
¡Nunca más!
27.06.2022 Texto: Gabriela Villar
El solo pensar en tantas familias que se han visto separadas, en tantos desaparecidos de los que nunca más se supo, pensar en los pactos de silencio, en el impacto que la dictadura dejó en la vida de nuestro país y de su gente, solo hace que cada vez sea más fuerte mi convicción de exclamar: ¡Nunca más!
Todo está guardado en la memoria.
León gieco
Cuando la maestra mandó llamar a mis padres para mostrarles un dibujo que había hecho, no tenía conciencia de lo que iba a significar ideológicamente en mi vida. Corría el año 1973, había dibujado la bandera del Frente Amplio y, obviamente a mis 6 años, era completamente ajena a la catástrofe que sucedía en la vida de los adultos por aquel entonces.
Indudablemente, aquella maestra, dadas las circunstancias que se avecinaban, quiso poner a mis padres sobre aviso, seguramente por miedo a que diera lugar a algún problema a futuro. Tengo muy presente estar en los hombros de mi padre en algún acto, era de noche y desde esa altura ver las banderas y sentir el grito de la gente. Ahora, adulta imagino que me impactaron sus colores y percibí que aquello era importante, más allá de no entenderlo. Me crié en dictadura. Toda mi etapa escolar y liceal transcurrió en ese periodo.
Asistí a un colegio privado, donde se controlaba sistemáticamente el uniforme, las medias debían estar a determinada altura, los zapatos negros, el corte de pelo en los varones no podía tocar el cuello de la camisa y en las mujeres no se permitía usar broches en el pelo que fueran de colores. Nos hacían formar todos los días y saludar a la entrada y salida de cada clase con una rigidez que te atravesaba los poros sin darte cuenta.
En el año 1975 la dictadura militar decretó el Año de la Orientalidad con motivo de festejar el aniversario número 150 de la independencia. ¡Vaya paradoja! Independencia, palabra cuyo significado es la capacidad de actuar, hacer y elegir sin intervención ajena cuyo concepto está indiscutiblemente asociado a la libertad. Libertad que no teníamos. Aún conservo los cuadernos de aquel año donde nos obligaban a poner como encabezamiento: «1975 Año de la Orientalidad», testimonio escrito de lo que significaba la dictadura militar en la vida escolar.
Cómo olvidar aquel día en que militares armados entraron en tropel empujando todo lo que había por delante y nos dejaron inmovilizadas entre una mesa y la pared. Estaban buscando al padre de aquella familia que pertenecía al Partido Socialista y, después de revolverlo todo, se retiraron porque no pudieron encontrarlo. Eran nuestros vecinos de toda la vida.
Cómo olvidar a nuestra amiga del barrio, una niña de nuestra edad, cuyo padre estaba preso y al que le permitían ir a visitar cada tanto. Siempre nos decía: «Mi papá es preso político», como para que supiéramos que no había cometido ningún delito y nosotros no entendíamos mucho, pero percibíamos su soledad y su tristeza. A esa niña le quitaron a su padre, le quitaron su infancia y hasta su patria, porque debió exiliarse en México.
Cómo olvidar los comunicados de las Fuerzas Conjuntas, donde aparecían fotos de nuestros compatriotas, cuyos rostros hoy forman parte de los desaparecidos que recorren cada 20 de mayo la Marcha del Silencio.
Cómo olvidar aquella conversación que me dejó impactada y que escuché de casualidad, donde contaban de aquella pareja de jóvenes que había decidido comprometerse buceando en las aguas de Rocha. Esa manera tan inusual de formalizar el compromiso debajo del agua, en el que nunca imaginaron que tendría por testigos los cuerpos sin vida de personas desconocidas que estaban en el fondo del mar.
Cómo olvidar el miedo que paraliza, pero que a su vez indigna y, poco a poco, lleva a buscar estrategias para salir de él y luchar por la justicia.
Culminado el ciclo escolar, en el año 1979 inicio el liceo con el mismo grupo de compañeros. Ese primer año significó una adaptación a todos los cambios que implicaba tener 12 o 13 materias y distintos profesores. Abocada al estudio permanecí ajena a la situación del país. Sin embargo, al año siguiente ingresa un nuevo compañero. A pesar de solo tener 13 o 14 años, era una persona muy informada y sensible quien, con sus inquietudes, nos movilizó, adentrándonos en el mundo del teatro, de los conciertos y en actividades estudiantiles y políticas.
En el ámbito liceal armó, junto con otros compañeros de generación, un boletín estudiantil en el que se publicaban informaciones sociales y deportivas del colegio, y también en forma muy sutil algún artículo o poema que dejaba entrever la situación del país.
Corría el año 1980. Es en este año que suceden algunos hechos significativos, uno fue la celebración del plebiscito de reforma constitucional y el Mundialito, Copa de Oro de campeones mundiales. El 30 de noviembre de 1980 fue propuesto por el gobierno cívicomilitar realizar un plebiscito con el objetivo de modificar la Constitución y, de esa forma, legitimar la dictadura y perpetuarse en el poder. Recuerdo que la propaganda por el sí intentaba resaltar las «virtudes del régimen» y su «triunfo» en el combate de la subversión. Estábamos a pocos días de culminar las clases y entre mis compañeros era tema de charla y de sondeos de como votarían nuestros padres. El proyecto fue rechazado por un amplio margen y fue el mojón significativo del proceso de apertura democrática.
En cuanto al Mundialito, se disputó a poco menos de un mes del plebiscito. El torneo despertó expectativas, tanto por las selecciones participantes como la posibilidad de salir campeones siendo anfitriones. Finalmente, Uruguay se consagró campeón y aún recuerdo en los festejos como desde las tribunas se escuchaba el grito de la gente: «¡Se va a acabar la dictadura militar»! Cada vez más existía la necesidad en la gente de expresarse. Aún faltaban cuatro años para que aquella pesadilla culminara, pero nos animábamos poco a poco un poco más.
En 1982, ya en 4. ° año de liceo, se llevaron a cabo las elecciones internas en la que participaron los partidos políticos tradicionales y la Unión Cívica, en tanto que el Frente Amplio permaneció proscrito. Desde la cárcel, el general Líber Seregni propuso el voto en blanco como forma de protesta. En aquel momento se pensaba en el retorno a la democracia como principal objetivo.
Llega el año 1983. En lo personal, fue un año muy difícil por el fallecimiento de mi padre. Por esa razón, apelo un poco a la memoria pero también a la lectura de algunos acontecimientos que sucedieron ese año y que, debo confesar, no los tenía presentes, pero considero que corresponde mencionarlos para no traicionar el proceso histórico.
En ese año se suceden tres hechos importantes. Uno fue la celebración del 1. ° de Mayo después de diez años de dictadura. Para la realización del mismo se debió solicitar autorización, la cual fue concedida. A través de la radio CX 30, Germán Araujo hizo un anuncio histórico: «Todos al Palacio Legislativo. Los trabajadores y el pueblo oriental se reencuentran en un gran 1. ° de Mayo a las 15 h.»
Fue una importante movilización en la que participaron dirigentes de la época, con una proclama muy extensa.
Surge en esta fecha la unión de la Convención Nacional Trabajadores con nuevos movimientos sindicales nucleados en el Plenario Intersindical de Trabajadores, es decir, el pit-cnt.
Uno de los momentos más emotivos del acto fue cuando estudiantes de la Facultad de Medicina desplegaron un gigantesco pasacalle que decía: «Salud al 1. ° de Mayo, obreros y estudiantes unidos y adelante». Siendo este acto la primer demostración callejera contra la dictadura.
En setiembre de ese año, una gran manifestación de estudiantes recorrió las calles de Montevideo desde la Universidad hasta el Parque Rodó, culminando en un acto multitudinario en el estadio Luis Franzini. La resistencia a la dictadura se hacía en clandestinidad, pero los estudiantes se organizaban para participar en actividades en oposición al régimen. Esta marcha fue organizada por la Asociación Social y Cultural de Estudiantes de la Enseñanza Pública (asceep)
En estos dos actos no participé. Es más, en aquel momento, siendo estudiante de preparatorio de una institución privada, veía aquello como muy lejano a mi realidad. Sin embargo, dos años después ingresaría a Facultad de Derecho en la Universidad de la República y la conocería más de cerca. Comenzaría también mi militancia política, que permitiría apropiarme de aquellos valores que al día de hoy continúo defendiendo y en el que la educación pública ocupa un lugar preponderante cuando uno observa su rol en el desarrollo de nuestro país.
En noviembre de 1983 se celebra el Acto del Obelisco, en donde miles y miles de uruguayos concurren en defensa de la libertad. En dicho acto la proclama es leída por el actor Alberto Candeau, cuya voz caló hondo en cada uno de los asistentes. La gente estaba unida por ese deseo de recuperar la democracia a como diera lugar.
Íbamos caminando miles de compatriotas, sabiendo que eramos protagonistas de un momento histórico en nuestro país. Fuimos con mi madre y mi hermana. Difícil describir los sentimientos, estar allí, en medio de una multitudinaria manifestación, era abrumador.
Siempre pensé que cuando existen situaciones como una dictadura, el pueblo se une bajo una misma bandera, pensando en el país y en su gente, dejando de lado otras cuestiones que lamentablemente, en la actualidad parecen prevalecer y nos separan del que debería ser el objetivo fundamental: estar unidos defendiendo los derechos de todos a tener una vida digna, respetando la diversidad. Sin embargo la brecha parecería ser cada vez es más amplia y la lucha por estos objetivos continúa.
Recién cumplidos mis 18 años, voté por primera vez en las elecciones presidenciales luego de la dictadura, estábamos en 1984. Parecía mentira poder ejercer el voto, más allá de las proscripciones. De aquel entonces hasta nuestros días, he vivido varias elecciones, distintos gobiernos de diferentes partidos políticos y nuestro país tuvo que atravesar por muchas dificultades y situaciones complejas, pero en democracia, que, como sistema político defiende la soberanía del pueblo de elegir a sus gobernantes, cuestión que jamás permitiremos que se vuelva a perder.
El solo pensar en tantas familias que se han visto separadas, en tantos desaparecidos de los que nunca más se supo, pensar en los pactos de silencio, en el impacto que la dictadura dejó en la vida de nuestro país y de su gente, solo hace que cada vez sea más fuerte mi convicción de exclamar: ¡Nunca más!