foto: © Alejandro Denes

El fútbol y el trabajo

Hay despidos, y la pelota sigue girando

30.10.2021 © Carlos Schiaffarino

En estos días, nos enteramos de una hipotética destitución de Óscar Whashington Maestro Tabárez. Las redes, nuestra forma de expresarnos, explotaron de mensajes de solidaridad. El Maestro dejaba la selección uruguaya después de 223 partidos, 107 victorias, 56 empates y 60 derrotas. Después de 354 gritos de gol.

La mañana anterior, Juan ingresaba, como todos los días, a su trabajo en la seguridad del súper del barrio. Antes de cambiarse y ponerse el uniforme marrón con su respectiva gorra, el encargado, ya con el gesto, le pidió que no lo hiciera. Las palabras fueron pocas, y solo una explicación: «Desde la empresa me comunicaron que te tengo que dar de baja de la plantilla». Juan acumuló, pensó muchas respuestas, pero no llegó a decir palabra alguna.

En el Complejo Celeste llegaba el Maestro con su equipo técnico, tampoco las palabras salían. Siguiendo un ritual de cuando este grupo de profesionales pierde un partido o no saca un resultado propuesto, todos se sentaron y esperaron que el Maestro también lo hiciera. Él sí tenía palabras, el Maestro siempre las tiene. En dos o tres frases repasó los más de doscientos partidos, los quince años de trabajo, las alegrías y las otras, y el fuerte reconocimiento al trabajo de su equipo.

Juan realizó, casi de forma rutinaria, los pasos que había dado para ingresar a su trabajo, pero los dio de forma inversa para retirarse. Salió por la misma puerta, recorrió las mismas calles de Solymar, y tomó para el norte. Esperó para cruzar Giannattasio, y, antes de ingresar a su barrio, fue a la placita. Ese terreno lleno de pinos al que había ido tantas veces con sus amigos. Cuando niño, cuando joven, con sus dos hijos. No era una plaza plaza. Era solo un terreno con muchos pinos, pinocha y arena por debajo. No quiso ir a su casa, no sabría qué decirle a sus hijos, que aún no habían ido a la escuela. Aún no quería compartir la impotencia e inseguridad con su pareja. Menos quería ver la cara larga de su suegra.

Después de las palabras del Maestro, cuando él mismo se levantó, como obviando sus dificultades motrices, todos lo siguieron y fueron recorriendo las instalaciones del Complejo Celeste. Marchaban lentamente como despidiéndose de cada rincón, como recordando tantas y tantas cosas vividas en ellos. El Maestro hasta parecía caminar mejor. Cientos de mensajes en todas las redes posibles, en carteles en saludos, le habían manifestado su reconocimiento.

Juan quiso comer algo del almuerzo que tenía en su tupper, el ánimo solo le dio para algunos bocados. Miró su celular, no tenía ningún mensaje. Era muy temprano. De todas formas, las redes nunca se harían eco de su desgracia, de su impotencia, de lo injusto que sería el sistema en dejarlo nuevamente sin trabajo. Nunca había faltado, nunca había llegado tarde, se llevaba bien con sus compañeros y con los clientes. Si lo tuviera que llevar a «partidos», hasta podría decir que fueron todos ganados, quizás alguno empatado.

La noticia verdadera fue que el Maestro continuará siendo el director técnico de la selección nacional, después de tantos comentarios, horas y horas donde periodistas deportivos marcaron los errores anunciados y llenaron espacios con posibles nuevos entrenadores. Gran parte del pueblo futbolero está contento, porque, de la mano del Maestro, hemos recuperado las ganas de ver a la selección, de estar en los mundiales y de creer en un proceso de trabajo y enseñanzas.

El pueblo también sabe lo difícil que han sido estos años de pandemia y los miles y miles de Juanes que han quedado por el camino. Resolver esto también hace a un proceso colectivo, esa debe ser la mejor enseñanza.

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