foto: © 2021 Alejandro Denes

Nacido y criado

11.11.2021 © Mariano Coutinho

Podría decirse que el artículo que están por leer comienza con una mentira, ya que al no contar con un hospital maternal en la Ciudad de la Costa es una falacia utilizar la frase «Nacido y Criado», pero nos gustó para comenzar a hablar sobre la identidad costeña, algo que, con el pasar de los años y la llegada de personas a habitar este pedazo de tierra delimitado por dos arroyos, se empieza a sentir con más presencia en su población.

En mi caso, viví toda la vida en este lugar y no paran de asombrarme los cambios constantes que tiene. Con el pasar del tiempo, alguna que otra vez me detengo simplemente a mirar y es otra la ciudad, con lo bueno y malo que puede traer eso.

Empezaremos con lo malo, en mi época escolar íbamos caminando o en bicicleta a nuestros centros educativos, en grupos de seis u ocho compañeros/as, quizás con algún familiar adulto que nos acompañara o bajo la responsabilidad de ese hermano/a mayor, a quien hacían sentir «grande» pero que iba con su túnica y moña igual que nosotros. Hoy, esa imagen ya no la encuentro muy a menudo. Todo lo contrario, me detengo a pensar, y claro, cómo vamos a seguir viendo esa imagen si desde esa época, llámese los años 2000, han pasado veinte años en los cuales creció aproximadamente 1/3 la población de la ciudad y seguramente se haya duplicado su plaza automotriz. 

Hasta el momento en que publicamos la nota, parece que no mucha gente con influencia se haya detenido a pensar en esto. A mi entender, este es un gran problema, ya que los niños de la Costa hoy crecen sin conocer la ciudad de la misma manera que antes: recorriéndola en su plenitud, haciendo caminos diferentes para volver a sus hogares o simplemente jugando a la pelota en la calle con algún vecino/a, porque evidentemente no está pensada para ello ni para ellos/as. Entonces ¿cómo se van a sentir parte de la creación de la misma sin estas posibilidades? 

Es algo que todos los gobiernos departamentales y municipales quieren construir, al menos en el discurso, tener identidad propia. En nuestro caso, fomentar la identidad costeña, esto es gran parte de lo que en el discurso queda, a mi entender, como descentralización, que los treinta municipios de Canelones tengan su identidad y sentir propios.

Otro de los puntos para tener en cuenta en la construcción de identidad debería ser la diversidad que estamos teniendo entre nuestros habitantes. Algunos la utilizan como «ciudad dormitorio», ya que toda su vida está realizada en Montevideo y vienen a pasar la tarde noche aquí; eso, de alguna manera u otra, termina contrastando con el costeño que se desarrolla en su totalidad en el territorio (duerme, estudia, trabaja, tiene sus vínculos) porque desde ya que tienen ópticas diferentes a lo largo del día. Entonces, algunos no se dan cuenta de las pérdidas que hemos sufrido en este último tiempo, pero otros sí. Por ejemplo, la tala de los eucaliptos en la paralela sur de avenida Giannattasio, o la tala del único pino de más de veinte años en la plaza de la avenida Horacio García Lagos, llamada por los vecinos «plaza de los Pájaros Libres» o la «plaza del Sol», que daba una sombra impresionante que seguro vamos a extrañar en estos meses de verano. Lo mismo sucede con los proyectos —que, entiendo, se anteponen al pensamiento de los costeños— de construir edificios a lo largo de la rambla o el arroyo Pando, así como los ya construidos en los lagos de Shangrilá. Esto, de alguna manera u otra, nos afecta para el disfrute de la ciudad.

 Por supuesto que entiendo que la inversión que estos proyectos generan y el dinero que entra a las arcas de la Intendencia, pero como dijo en su momento nuestro prócer José Gervasio Artigas: «No venderé el rico patrimonio de los orientales al vil precio de la necesidad». En este sentido, entiendo que nuestro intendente Yamandú Orsi, ante estos proyectos y estilos de vida que quieren implementar en nuestro departamento, tendría que tomar en cuenta opiniones del territorio y aplicar los lineamientos que desde el Municipio, a través de la descentralización, se trasmiten.

Pero en la vida no todas son pálidas. Con el pasar del tiempo y contactándome con gente que hace años, décadas, vive en el territorio, incluso antes de mi nacimiento (1996) me revivió la ilusión de que están dando estas luchas y alguna que otra han «ganado», por llamarlo de una manera. También cabe resaltar que algunos niños han notado y tomado conciencia de estas situaciones y quieren expresarse y, por suerte, están siendo escuchados; véase el ejemplo de los niños de la escuela n.° 183, quienes, luego de notar la problemática del tránsito y las bicicletas, están buscando soluciones a través de proyectos. Tenemos que tender a construir esta ciudad con ellos, porque, como dijo la alcaldesa y maestra Sonia Misirián en alguno de sus discursos, los niños y niñas de esta ciudad tienen que ser protagonistas de todas las horas en la creación de esta ciudad.

Así que, desde mi humilde lugar de escritor en esta ocasión, los invito a participar, a animarse, a que puedan de alguna manera u otra trasmitir sus pensamientos e ideas para el desarrollo de esta ciudad, con la idea de que al final de cuentas, entre todos y todas quienes la habitamos, construyamos la ciudad que queremos.

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