Acerca de los incendios forestales
18.01.2022 Texto: Daniel Antúnez
La magnitud de los incendios forestales en los últimos días nos debería llevar a una reflexión un poco más profunda que la simple adjetivación de los mismos, o buscar responsables y nada más. Los incendios son la consecuencia de un modelo de producción y de inadecuados controles de seguridad.
Para entender un poco mejor el tema, debemos hacer un poco de historia. Entonces, veremos que la historia del Uruguay comenzó siendo la de la deforestación. Se depredaron los montes nativos en busca de madera, leña y carbón para alimentar a las nuevas poblaciones establecidas en ambas márgenes del Plata, fue así que se saquearon los montes de los alrededores de Montevideo y lo que hoy es el área metropolitana, así como todo el litoral oeste de la Banda Oriental para abastecer a Buenos Aires, fundamentalmente.
Es tan vieja la necesidad de reforestar que Artigas, en su reglamento de 1815, preveía la plantación de árboles para cobijo de casas y animales. Un poco más adelante en el tiempo, se comienza a plantar algunas variedades exóticas como el eucaliptus, principalmente. Pero en realidad se hacían plantaciones más bien como protección y se utilizaba su madera para fines rurales, alambrados, bretes, etc. Es común ver en nuestra campaña grandes «islas» de árboles para protección y sombra del ganado en medio de grandes extensiones de praderas.
Fue por los años treinta del siglo pasado, que comenzaron las experiencias de plantaciones en zonas costeras con el fin, sobre todo, de fijar las dunas. Criterio que, al día de hoy, está más que comprobado que ha sido un error. Así es como tenemos en toda la costa hacia el este grandes plantaciones de pinos, eucaliptus y acacias que no son otra cosa que forestación con especies exóticas que compiten con los montes nativos y los liquidan.
Será en el año 68, con gobierno de Pacheco Areco, que se apruebe la primera ley de forestación en el país, que será promulgada ya en dictadura, en el año 74. Su contenido no es muy diferente a la del 87, que es la vigente, pero no será mucho el impacto, salvo algún capital nacional que se ampare a ella. Cabe decir que se comenzó a plantar en aquel momento algo de pino, fundamentalmente, para madera por la empresa fymnsa, empresa que aún existe con capitales nacionales.
Con un cambio en la coyuntura internacional y la creciente demanda de pulpa de celulosa para las multinacionales del rubro, es que se aprueba la ley 15939 en 1987 y sus decretos ampliatorios que le da forma a la forestación como hoy se conoce. Esta ley, en especial su reglamentación, es la que brinda amplísimos beneficios fiscales a los capitales, sobre todo extranjeros, para fomentar el modelo forestal celulósico. Beneficios que hacían más que rentable la producción y esencialmente significaban renuncias fiscales muy importantes para el país.
Hubo a su vez una disparada de los precios de la tierra, principalmente la de prioridad forestal, pero que acarreó al resto en esa suba y dejó a algunos productores pequeños muchas veces rodeados de árboles obligados a vender a empresas forestales, lo que los sacó de su forma de vida habitual. No fueron pocos los que abandonaron el campo.
En año 2007 se quitan algunos de los beneficios fiscales que tenían y muchas de las empresas se amparan en la ley de zonas francas, lo que hace aún más rentable su producción, es el caso de upm, Montes del Plata y alguna más. Ya se había comenzado entonces en otra fase de la producción con las plantas de celulosa, trabajando y exportando esta vez pulpa y pulpa ya blanqueada.
Bien, ahora veamos qué es lo que pasa en las actuales condiciones: tenemos grandes grupos empresariales transnacionales que manejan la producción de los montes y producen ellos mismos la celulosa que exportan. ¿Qué queda en el país? Migajas, deterioro ambiental y un nivel histórico de extranjerización de la tierra. Además, en manos de sociedades anónimas de las cuales no conocemos el origen, no sabemos a ciencia cierta quiénes las integran y mucho menos cuánto capital va a parar a sus casas matrices.
El país, a partir de contratos firmados con upm, se obliga a construir un tren del cual los ciudadanos no tenemos ni idea de las condiciones pactadas. Ya se está justificando por parte de un senador del Frente Amplio la posible construcción, esta vez, en el este del país, de una cuarta planta de celulosa.
El decreto del Poder Ejecutivo, después de vetar la ley votada en el parlamento, lejos de controlar la superficie plantada, da más posibilidades de aumentar lo forestado. Y no se ven posibilidades de que esto cambie, a no ser que se promueva una gran discusión, un gran debate sobre el tema que va enganchado con toda la forma de producir en general. El cambio de paradigma es urgente; de lo contrario, seguiremos llorando sobre las cenizas de los incendios forestales. Y no solo los del litoral, los de la Costa también son hijos del mismo modelo.
La discusión que nos debemos debería centrarse, a mi modo de ver, en el modelo de producción forestal y agropecuario y en manos de quién está la tierra. La soberanía y el futuro como país pasan por ese debate, que debe ser amplio.